viernes, 6 de diciembre de 2013

La Habana sin maquillaje

“A todos los que como yo conocían La Habana por el TV; a los que se arriesgaron como Cristóbal Colón”.
La Habana me recibió gélida y burócrata sin avergonzarse por sus cambios de humor a cada esquina, ni de los tan bruscos contrastes. Encontré agitaciones que redujeron a la mínima expresión las réplicas de mi desatendida ciudad. Todavía tengo pocos conocidos (¡imaginen la cifra de amigos!) y en su mayoría cuentan, aunque no explícitamente, historias parecidas a la mía y ahora que lo pienso casi idénticas a la de Cristóbal Colón, que partió rumbo a lo desconocido procurando prosperidad… aunque por supuesto su trayecto fue más largo y peligroso. “La Habana es cara”.- intentaron persuadirme antes de la partida. Ahora que lo vivo lo convierto en superlativo: ¡es carísima! Lo bueno o malo, dependiendo del cristal con que mire, es que nadie se preocupa por la forma en que caminas, vistes, peinas o (sobre) vives. Este pensamiento me sirvió de consuelo el día que perdí aproximadamente 45 minutos de mi vida esperando el momento propicio para cruzar a la siguiente acera sin convertirme en un tostón. Hace poco esperé dos horas por una guagua, jamás llegó y decidí mojarme, con las lágrimas del cielo, el vestido y hasta los huesos; la frialdad del agua se sentía tan adentro que me produjo el catarro que ahora me delata en cualquier silencio. Estaba sola en una parada repleta de pasajeros que no fueron y encontré alivio en las palabras de una señora despeinada cuyo destino era más alejado. No me burlé de ella, no acostumbro a eso y su cara de angustia por el esposo enfermo no me dejaba hacerlo… pero su desgracia dejó a la mía en el primer escalón y me dio fuerzas para irme caminando. De cualquier forma esta Habana que se niega a la conquista me regala desde un cristal, ahora empañado, la belleza de un mar inmenso y tan azul que parece un cuadro. Todos los días cuando camino hacia el trabajo (porque puedo darme el lujo de caminar) contemplo diferentes rostros, escucho diferentes conversaciones y presupongo historias que termino creyendo y plasmo al mismo tiempo en el papel de mi imaginación. La Habana, como me habían prometido, no abrió sus brazos para recibirme. Atemorizadas al inicio, ella y yo, fuimos acostumbrándonos a mi inminente estancia sin pasaje de retorno por el momento. Ahora, se quita el maquillaje… nos conocemos más y me va mostrando lugares inhóspitos que pocas vecen salen en TV.

6 comentarios:

  1. Me ha encantado esta introduccion de la ciudad de mis sueños. Creia que ya la conocias y veo que estas empezando a hacerlo. A mi lo que mas me impresiono de La Habana fue su gente, igual por que yo venia de un mundo tan distinto. Por favor que este articulo sea el primero de otros sobre La Habana, la ciudad de mis sueños.

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  2. No te preocupes habrá muchos más, además ahora esta Habana es mi Macondo.

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  3. La Habana es La Habana y lo demás es áreas verdes como dicen por habaneros, pero yo me quedo con mi Trinidad que no sera tan grande y tan famosa como la capital de Cuba pero es mi área verde (si se le puede llamar así pues tiene más del amarillo colonial y el azul del mar que el verde del cañaveral) y es mi capital. Suerte con tu Habana, digo tu Habana porque para cada habitante de esa urbe tiene su propia visión de ella. Besos y sigue escribiendo para seguirte leyendo.

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    1. Claro Humbe, ya está Habana es mía por derecho aunque apenas lleve un mes aquí ajjajaj pero no olvido mis raíces, soy de Villa Clara y lo grito a voz en cuello sobre todo ahora que mis naranjas demuestran la dureza de su cáscara.

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  4. Liz me encantaron tus letras! Yo no soy aquí, nací en San Cristóbal (antes Pinar del Río y ahora Artemisa) y me crié en la Isla de la Juventud, pero soy de las que defiende a ultranza la capital jajaja. Me encanta La Habana!!! Sus ventajas las adoro, y con sus desventajas también me quedo. Eres muy valiente al dar este paso, verás que vale la pena.

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    1. Gracias por lo de valiente. Honor que me haces al quedarte encantada con estas humildes letras que intentan, pocas veces con éxito, recrear mis macondos interiores.

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