miércoles, 21 de agosto de 2013

Me voy a las Tierras Medias

Al comenzar oficialmente este verano, esperanzada leí las propuestas de la televisión cubana para la programación correspondiente a estos meses. Muchos, como yo, puesto que debemos quedarnos en casa ya de paso disfrutamos de las opciones que a disposición de grandes y chicos prepara la “sacrosanta” pequeña pantalla. Después de casi un mes de martirio con tristeza confieso (porque tristeza es) que pocas de mis expectativas han quedado cubiertas. Desconozco los patrones por los que se rigen a la hora de preparar las parrillas de la programación. De antemano aclaro, por si las moscas, que no quiero hacer leña a ningún árbol, que no escribo para fusilar el trabajo de otro, pero tengo muchas dudas y las dudas siempre me dejan un sabor amargo en los labios. Ilusionada me quedó sentada frente a mi Panda cada martes y jueves después de la telenovela brasileña. Me quedo admirando la irrealidad en la que se basan las historias de los muchachos de la Academia. No digo que sus situaciones sean fantásticas, algunas pueden ser ahora mismo situaciones repetidas. Pero los personajes (y ejemplos me sobran) han quedado bastante caricaturizados. Jany, Alejandro, la que se parece a Beyoncé, la guajirita y hasta la propia Ofelia. ¡Demasiado caricaturizados! Y tanto que me parece estar leyendo una página del Melaíto . Sé que la producción trató de recurrir a las caras nuevas, a gente que ha hecho muy poco en la televisión. Lo más lamentable es, a mi modo de ver, la burda copia que resulta al tener en cuenta una serie española que pasaron hace algunos años en la propia televisión cubana: Un paso adelante. Tierras de Fuego es la propuesta en el espacio de la telenovela. Harina del mismo costal. Esta vez añada un pésimo guión en el que tal parece que todo está dicho ya, ¿el final de la novela? Solo cuestión de tiempo. No espere más puntos de giros, el único era conocer el conflicto Isabel-Ignacio. Nada más se vislumbra en el camino de Palmarito. Soy villaclareña, supuestamente Palmarito me queda bien cerca, ya quisiera visitar ese poblado donde las casas se levantan en esa cooperativa como si fueran en el centro del pueblo. La casa de cualquiera de esos guajiros, puedo decir sin remordimientos, es mejor que la mía. Lo inexplicable, lo que me deja sin habla es la excelente factura de la mayoría de las propuestas de nuestro cine. Al menos las casas son más reales, los personajes casi en su totalidad me convencen y los guiones me dejan estupefacta combinando la ficción con el absurdo y acercándose todas las veces a las realidades inmediatas de los cubanos de a pie, como diría un entrañable profesor y periodista que se llama Abel Falcón. Al menos la propuestas del celuloide, y reitero de cine cubano hablo, no me dejan dudas. Empiezo a pensar que no lo hacen porque quieren dejar todo clarísimo a espectadores de todo el espacio sideral, pueden ser solo cubanos pero no necesariamente. De hecho, es perfectamente probable que se vean primero “allá afuera” antes que aquí. En fin casos y cosas que de todas formas no me dejan gritando SOS, como en los otros desastres anteriormente citados. Por lo pronto me refugio en las Tierras Medias (si es que entre tanta agitación de monstruos, poseídos y magia encuentro sosiego) y acompañada por Richard Cypher (Buscador de la verdad), por Kahlan Amnel (Madre Confesora), Cara la poderosa Mord Sith y Zeddicus Zul Zurander (Mago del Primer Orden) desando cordilleras y llanuras cada tarde por Multivisión para encontrar, ahora, la piedra de las lágrimas. Prefiero empuñar la espada de la verdad y una vez conseguida la piedra, sellar la grieta que deja al descubierto el Inframundo, territorio gobernado por el Custodio y de su más fiel servidor: Darken Rahl