sábado, 7 de septiembre de 2013

“¿Y si no hubieras nacido?”

La primera vez que oí la palabra aborto tenía 12 años. Disculpen mi ignorancia y comprendan que yo a los 12 años, al menos en las cosas de la vida (o bueno, en el caso del aborto más bien de la muerte), tenía en verdad 7. Fue en una clase de biología, la profesora que se llamaba Marta si mal no recuerdo sacó en un frasco un pequeño feto. Algunos querían tocarlo, otros preguntaban si era real, los más curiosos se acercaron para olerlo. Yo, sentimental hasta los huesos como siempre he sido, no pude aguantar las ganas de llorar. Aquello, que a la mayoría de mis compañeros parecía un animal de circo a mí se me antojaba lo que, ahora comprendo, era: un niño muerto. En medio de mi agonía, tratando de reprimir mi llanto, mi compañera de mesa preguntó en voz baja (solo yo podía oírla): ¿Crees que era niño o niña? Sin darle la respuesta que buscaba traté de imaginar su rostro, las manitos y la piel de todos los bebés del mundo… ¡tan suave! que dan ganas de quedarse tocándolos para siempre. Ahora que soy una mujer en edad reproductiva pienso en la madre de ese feto. ¿Dónde estará? ¿Sabrá que su “hijo que no fue”, estuvo en un salón de clases frente a una veintena de miradas atónitas? Quizás, conste que no la subestimo, ella y el resto de las más de 45 millones de madres que se hacen abortos en el mundo anualmente desconozcan que en la cuarta semana de embarazo el bebé es una bolita microscópica, todavía no puede llamársele feto, entonces se le denomina embrión. ¡Pero está vivo! Es algo tuyo mamá, y está vivo. En este tiempo tiene el tamaño de una semilla de amapola, como los pinochos de los marpacíficos, empieza a crecer la placenta que es por donde el niño recibe oxígeno y alimentos. También en esta semana está creciendo el saco amniótico, la bolsa en la que el bebé estará flotando en líquido amniótico durante todo el embarazo. Me imagino que las madres que no son, desconocen que a las 7 semanas (que es el período habitual en que se realizan las interrupciones) el bebé tiene ya el tamaño de un garbanzo. Se le pueden ver más claramente los rasgos del rostro: ya tiene párpados en los ojitos, las orejas siguen creciendo, y empieza a asomar la naricita. A mi modo de ver, con perdón de quien se ofenda, más que una interrupción, actualmente el aborto está siendo utilizado como un método anticonceptivo. Claro, sé de los casos en que el médico sugiere el legrado pero sigo creyendo que opciones existen muchas para no llegar a rechazar una criatura que es tan tuya como tus pensamientos, como los más íntimos sueños que solo tú conoces.
Planificarse por ejemplo, de forma tal que el bebé llegue en el preciso momento cuando todos en casa puedan ponerse en función de él añorando que todo salga bien, que llegue al mundo fuerte y saludable aunque sea para enfrentar la mayoría de las veces: difíciles situaciones. Llegar al mundo para formarse como un hombre o una mujer de bien, en el sentido más amplio de la palabra: que sus acciones se correspondan con su pensamiento; que su forma de vivir se convierta en un estilo para sus descendientes de forma tal que nunca, nadie tenga que ponerse a pensar “¿y si no hubieras nacido?”

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