miércoles, 25 de diciembre de 2013

No voy a morderte

He prometido no hacerlo. Aunque a veces suele tornarse complicado cumplir con un compromismo predicho. Pero levanto bandera blanca y a pesar de las constantes invitaciones, contengo mis instintos de caníbal. La misma puñetera vida me invita al milagro, a la dádiva de degustarte pero contengo antojos y sonrío para mis adentros, amargamente y tragando en seco, sonrío después de todo. Si llegas a mi fiesta de amor, te advierto, no cumpliré la sugerencia del poeta. ¿Por qué llenarte de caricias? Te cubriré de lo que no esperas, al menos en sueños. En la parte más nítida de mis realidades soñadas, pongo una mordaza, un bozal a las ansias locas que me regresan a la infancia de dientes afilados donde no ponía freno a mis emociones e incumplía promesas por desconocer significados preestablecidos. Ignorándolo, o a sabiendas, vuelves lobo a esta caperucita insaciable.

jueves, 19 de diciembre de 2013

SE BUSCA PRINCIPE (Se prefiere Vivo)

• Dentro de las 24 horas entregarme al menos 30 minutos de mimos. (Incluye aceptar un tratado de reciprocidad) • Disertar sobre algunas cosas intrascendentes (porque sino sería aburrido) • Entender los complejos sentimentalismos de que soy objeto una vez al mes • Respetar nuestras diferencias pero dejarse retratar no se somete a discusión (es indispensable) • Dispuesto a dejarse querer (incluso a deshoras) • Ayudarme a recopilar los mejores recuerdos para luchar contra el Alzheimer P.d: No importa si tiene caballo (vehículo). Precisa espada para defendernos de posibles incomprensivos… la corona la pongo yo.

jueves, 12 de diciembre de 2013

24 años

Dicho así no parece mucho tiempo, pero es casi un cuarto de siglo. Son bastantes alegrías (aunque todavía pocas) y muchísimas más decepciones que vienen asignadas a cada uno como una cuota sin que puedas hacer nada para cambiarla. He aprendido porque aprender es parte del proceso aunque algunos conocimientos me han costado más que otros... he llorado, por mujer y periodista que no son dos cosas opuestas ni tampoco parecidas. He amado con profunda intensidad y he odiado con la misma fuerza, aunque me arrepienta y me olvide de los malos ratos. Por si todo esto fuera poco la vida me ha puesto pruebas, algunas las he superado sin muchos contratiempos pero han sido las menos debo confesar. De todas las cosas que he hecho mi favorita sigue siendo despertar cada mañana y antes de dormir pensar en las oportunidades que trajeron esas otras 24 horas. Ahora falta menos de ese tiempo para que cumpla mis 24 y sonrío porque aún puedo decirlos, gritarlos a voz en cuello... y porque este post es corto para agradecer por todo lo que la vida me ha dado e incluso por lo que me ha quitado. Porque he omitido detalles con permiso de quien lee, porque mi vida ha sido grandiosa hasta estos 24 años y porque lo que vendrá después de mañana será mucho mejor.

lunes, 9 de diciembre de 2013

La muerte es un cuento

He asistido a un entierro sin muerto. Un niño sin nombre hablaba de lo importante que había sido en su vida, los adultos (sus familiares creo) le acompañaban en el sentimiento. Al principio creí que imitaba a alguien, que interpretaba algún papel de otro. Los niños !tantas veces imitan! Los adultos también ahora que lo pienso. En fin, el pequeño lloraba sin lágrimas frente a un pequeño bultico de tierra. No pude quedarme hasta el final, además no había sido invitada, la reja impedía el paso y yo apurada a coger el P-1. Creo que aquel niño despedía el duelo de un gato o de otro animal de compañía. Parecía un juego pero era algo muy serio. Rememoraba (hasta ahí pude oír) los mejores ratos a su lado, los instantes tristes cuando ¿el gato? ¿el canario? habían trocado su lamento en goce. La despedida del niño era de las más sinceras que he presenciado, no era una letanía insoportable suplicando al que se va, era como si en la vida real el que se iba quedara... como si la muerte fuera un cuento mientras perdurara el recuerdo nítido de lo que había sido.

viernes, 6 de diciembre de 2013

La Habana sin maquillaje

“A todos los que como yo conocían La Habana por el TV; a los que se arriesgaron como Cristóbal Colón”.
La Habana me recibió gélida y burócrata sin avergonzarse por sus cambios de humor a cada esquina, ni de los tan bruscos contrastes. Encontré agitaciones que redujeron a la mínima expresión las réplicas de mi desatendida ciudad. Todavía tengo pocos conocidos (¡imaginen la cifra de amigos!) y en su mayoría cuentan, aunque no explícitamente, historias parecidas a la mía y ahora que lo pienso casi idénticas a la de Cristóbal Colón, que partió rumbo a lo desconocido procurando prosperidad… aunque por supuesto su trayecto fue más largo y peligroso. “La Habana es cara”.- intentaron persuadirme antes de la partida. Ahora que lo vivo lo convierto en superlativo: ¡es carísima! Lo bueno o malo, dependiendo del cristal con que mire, es que nadie se preocupa por la forma en que caminas, vistes, peinas o (sobre) vives. Este pensamiento me sirvió de consuelo el día que perdí aproximadamente 45 minutos de mi vida esperando el momento propicio para cruzar a la siguiente acera sin convertirme en un tostón. Hace poco esperé dos horas por una guagua, jamás llegó y decidí mojarme, con las lágrimas del cielo, el vestido y hasta los huesos; la frialdad del agua se sentía tan adentro que me produjo el catarro que ahora me delata en cualquier silencio. Estaba sola en una parada repleta de pasajeros que no fueron y encontré alivio en las palabras de una señora despeinada cuyo destino era más alejado. No me burlé de ella, no acostumbro a eso y su cara de angustia por el esposo enfermo no me dejaba hacerlo… pero su desgracia dejó a la mía en el primer escalón y me dio fuerzas para irme caminando. De cualquier forma esta Habana que se niega a la conquista me regala desde un cristal, ahora empañado, la belleza de un mar inmenso y tan azul que parece un cuadro. Todos los días cuando camino hacia el trabajo (porque puedo darme el lujo de caminar) contemplo diferentes rostros, escucho diferentes conversaciones y presupongo historias que termino creyendo y plasmo al mismo tiempo en el papel de mi imaginación. La Habana, como me habían prometido, no abrió sus brazos para recibirme. Atemorizadas al inicio, ella y yo, fuimos acostumbrándonos a mi inminente estancia sin pasaje de retorno por el momento. Ahora, se quita el maquillaje… nos conocemos más y me va mostrando lugares inhóspitos que pocas vecen salen en TV.