miércoles, 25 de septiembre de 2013

Cuenta conmigo

Tengo sueños terribles con algunos logaritmos y teoremas, los números no son mi fuerte, la informática la aprendí de forma autodidacta y sin complejos…
Desde la frialdad de un satélite, me han llegado tus verdades de sopetón sin previo aviso, sin pagar peaje. Yo que cierro todas mis murallas he abierto las puertas de esta ciudad idílica para dejarte entrar aún en la distancia. Tengo enemigos confesos que te tomarían como rehén para extorsionar mis criterios, para cobrar recompensa, para dejarme sin luz. Por suerte en medio de este mundo disparatado de malos intérpretes nos sobreponemos al que dirán, conjugamos pasados y evadimos respuestas sobre sueños. Levantamos trincheras y caminamos juntos. Pero puedes venir en tu barca hasta el lago el día que no me veas. Terrícola empedernido aquí está mi mano, mal que nos pese algún día (hasta hoy no ha llegado)… puedes contar conmigo.
P.d: ahora que lo pienso es la luna nuestro factor común, si la miras al mismo tiempo que yo estaremos casi en el mismo sitio.

martes, 17 de septiembre de 2013

Rede Globo tiene la fórmula

Me encantan las telenovelas brasileñas. Tíldenme de lo que quieran pero cada martes, jueves y sábados durante esos 30 minutos ni Gabriel García Márquez (si me llamara por teléfono) puede sacarme de mi butaca. Estoy segura que Rede Globo ha encontrado el ingrediente preciso para drogarme con sus propuestas.
Ahora recuerdo la reacción de mi abuela con La Favorita. Un culebrón donde la buena resultaba la mala y viceversa. Abuela quedó tan “choqueada” con este punto de giro que todavía no lo supera. Espera una segunda vuelta donde Donatella (Cláudia Raia) y Flora (Patrícia Pillar) revelen sus verdaderas identidades: las del principio . Si de villanos se trata no por mi condición de mujer vitoreo a las féminas que lo han sido.
En largo rato recordaré a la camaleona Mariana Xímenez en su rol de Clara. Aunque también en aquella pintoresca Passione, habría que resaltar la candidez del pobre Totó (Tony Ramos). Nazaré Tedesco (Renata Zorrah) mostró fibras despiadadas procurando torcer el destino de María Do Carmo (Susana Viera) en aquella Señora del destino que nos regaló, al menos así lo creo, a un Marcello Anthony inolvidable por su rostro cuasi perfecto, aunque el nombre de su personaje no fuera lo suficiente moderno: Viriato, se robó el corazón de muchas estoy segura. Esta nueva novela que propone Rede Globo ha comenzado bastante dura en mi criterio. Ya me ha sacado lágrimas con sus argumentos que recién comienzan a tejerse. Pero en mi opinión, su gran mérito está siendo mostrar una cara fea de Brasil que se aleja del colorete de las casas de Ipanema y la populosa playa Copacabana. La villana, despiadada hasta la médula, Carmiña (Adriana Estévez) me ha dejado con las manos en la cabeza con su antagónico papel.
Quizás su actuación despiadada luego justifique la venganza de Rita (Débora Fallabella); para nadie es secreto que en una suerte de manipulación las telenovelas en su conjunto nos ponen en 3 y 2 cuando olvidamos nuestros principios para ponernos a como dé lugar del lado de “los buenos”. Así por solo citar un ejemplo; hasta los más puritanos aceptamos la traición de Alvarito (otra vez Tony Ramos); era tan buena Elenita (Maité Proenza) y tan mala su esposa. Pero me permito citar a mi amigo Francisnet Díaz Rendón, cuando hablaba de B´Caignet (de algún modo padre del culebrón en Latinoamérica) el que busque escenas menos dramáticas que se compre una pecera; las novelas están hechas para sufrir, odiar al villano, apoyar a los protagonistas a cualquier precio.

jueves, 12 de septiembre de 2013

La felicidad no pide permiso

Pido permiso en nombre del amor. Ya sé que no me invitaron "formalmente hablando". Tengo 23 años, soy graduada de periodismo y amo. Esta última condición da vía libre a mis declaraciones respecto al más universal de los sentimientos. Las distancias duelen, el mundo lo sabe. Adriana, Olga, Irma, Elizabeth saben lo que es dormir 5475 noches sin sus esposos (sin contar los años bisiestos). Aún no tengo esposo, si la vida me pone en el camino a alguno que tenga que hacer guardias, o ausentarse por unos días de antemano sé que el frío será despiadado, que la cama será ancha y la noche más larga. Conste que no intento comparaciones, me quedaría cortísima en cualquiera que emprendiera tratando de igualar mis adiós por un ratico, mi beso de despedida con el de Adriana y mi abrazo de reencuentro con el de Olga quedarían tan pequeños. Visualizo mientras llega mi esposo un concepto que sí quisiera igualar, el sentimiento recíproco, inequívoco y espléndido que llena 8 corazones (sin contar a las madres, cuyo dolor daría para otro post). Mientras llega el momento de conocer a mi esposo busco en todas las páginas del mundo noticias sobre estas historias de amor reales que terminarán en todos los casos con un final feliz, porque para la felicidad sin límites no se pide permiso.

sábado, 7 de septiembre de 2013

“¿Y si no hubieras nacido?”

La primera vez que oí la palabra aborto tenía 12 años. Disculpen mi ignorancia y comprendan que yo a los 12 años, al menos en las cosas de la vida (o bueno, en el caso del aborto más bien de la muerte), tenía en verdad 7. Fue en una clase de biología, la profesora que se llamaba Marta si mal no recuerdo sacó en un frasco un pequeño feto. Algunos querían tocarlo, otros preguntaban si era real, los más curiosos se acercaron para olerlo. Yo, sentimental hasta los huesos como siempre he sido, no pude aguantar las ganas de llorar. Aquello, que a la mayoría de mis compañeros parecía un animal de circo a mí se me antojaba lo que, ahora comprendo, era: un niño muerto. En medio de mi agonía, tratando de reprimir mi llanto, mi compañera de mesa preguntó en voz baja (solo yo podía oírla): ¿Crees que era niño o niña? Sin darle la respuesta que buscaba traté de imaginar su rostro, las manitos y la piel de todos los bebés del mundo… ¡tan suave! que dan ganas de quedarse tocándolos para siempre. Ahora que soy una mujer en edad reproductiva pienso en la madre de ese feto. ¿Dónde estará? ¿Sabrá que su “hijo que no fue”, estuvo en un salón de clases frente a una veintena de miradas atónitas? Quizás, conste que no la subestimo, ella y el resto de las más de 45 millones de madres que se hacen abortos en el mundo anualmente desconozcan que en la cuarta semana de embarazo el bebé es una bolita microscópica, todavía no puede llamársele feto, entonces se le denomina embrión. ¡Pero está vivo! Es algo tuyo mamá, y está vivo. En este tiempo tiene el tamaño de una semilla de amapola, como los pinochos de los marpacíficos, empieza a crecer la placenta que es por donde el niño recibe oxígeno y alimentos. También en esta semana está creciendo el saco amniótico, la bolsa en la que el bebé estará flotando en líquido amniótico durante todo el embarazo. Me imagino que las madres que no son, desconocen que a las 7 semanas (que es el período habitual en que se realizan las interrupciones) el bebé tiene ya el tamaño de un garbanzo. Se le pueden ver más claramente los rasgos del rostro: ya tiene párpados en los ojitos, las orejas siguen creciendo, y empieza a asomar la naricita. A mi modo de ver, con perdón de quien se ofenda, más que una interrupción, actualmente el aborto está siendo utilizado como un método anticonceptivo. Claro, sé de los casos en que el médico sugiere el legrado pero sigo creyendo que opciones existen muchas para no llegar a rechazar una criatura que es tan tuya como tus pensamientos, como los más íntimos sueños que solo tú conoces.
Planificarse por ejemplo, de forma tal que el bebé llegue en el preciso momento cuando todos en casa puedan ponerse en función de él añorando que todo salga bien, que llegue al mundo fuerte y saludable aunque sea para enfrentar la mayoría de las veces: difíciles situaciones. Llegar al mundo para formarse como un hombre o una mujer de bien, en el sentido más amplio de la palabra: que sus acciones se correspondan con su pensamiento; que su forma de vivir se convierta en un estilo para sus descendientes de forma tal que nunca, nadie tenga que ponerse a pensar “¿y si no hubieras nacido?”

jueves, 5 de septiembre de 2013

Encomiendas

Me levanté temprano esta mañana, enfrascada en la difícil tarea de bucear en mi closet para encontrar una cinta amarilla. Por cierto recordé las mil y una encomiendas que pedían en la escuela. Entre los más sorprendentes pedidos ahora rememoro un pescado de tela propio para guardar el pan. Por supuesto, los profes sabían que ninguno de nosotros, con apenas 10 años, podría hacer semejante prodigio. De modo que, calificaban a los padres por las tareas de educación laboral. Yo, incluso, jamás pude realizar cabalmente una carta tecnológica. Pero en la Vocacional vino el mejor de los pedidos, teníamos que crear con recursos desechables una mitocondria. ¡Dios mío! Lo repito y no me lo creo: ¿Una mitocondria? Todavía, después de graduada no entiendo a la perfección porqué tenemos que volvernos pequeños carpinteros, costureras (bueno, esta parte si la entiendo) y hasta hortelanos. No tengo ningún taller en mi casa, todavía no sé dar una puntada y por supuesto que mi pequeño patio no tiene espacio para un huerto. Ahora que busco en el pasado, el huerto de mi escuela no tenía ni un tomate. Nada crecía en el terreno de mi brigada y no por falta de cuidados. Con muchísima regularidad nos mandaban a sacar las malas hierbas y a remover, guataca en mano, aquella tierra dura que hasta hoy dejó un callo casi invisible (y que solo yo siento) en mi mano derecha. No era una explotación, lo aclaro. Aquello de ir a cuidar las áreas verdes era un verdadero festín. Muchos años después, me gustaría averiguar si se siguen haciendo estas cosas. Un primo mío, mayor que yo, tuvo que plantar él solo un surco. Muchas horas estuvo al sol para mantener inmaculado su promedio académico. Por otra parte estaban las escuelas al campo, yo las viví todas en diferentes lugares y recogidas. Esas historias quedan pendientes para otro post.